Un pensar que emana gritos confluye en los ojos.
Henry Michaux hablaba de la mirada de la infancia, y la dificultad del hombre por conocer a sus semejantes solo comparable a la imposibilidad del niño de recordar que alguna vez fue eso y lo olvidó.
Las particulares miradas del niño, inconmensurables, despiadadamente extensas.
Henry Michaux hablaba de la mirada de la infancia, y la dificultad del hombre por conocer a sus semejantes solo comparable a la imposibilidad del niño de recordar que alguna vez fue eso y lo olvidó.
Las particulares miradas del niño, inconmensurables, despiadadamente extensas.
Rostros a los que nadie habita todavía, nadie dirige.
El olor de la infancia vive encerrado en nosotros y sin embargo, es irrecuperable, aunque Proust se empeñe en afirmar lo contrario.
Michaux ilustra esta pérdida:
"A los ocho años, Luis XIII hace un dibujo parecido al que hace el hijo de un caníbal de Nueva Caledonia. A los ocho años, tiene la edad de la humanidad, tiene por lo menos doscientos cincuenta mil años. Algunos años más tarde los ha perdido, no tiene más que treinta y uno, se ha vuelto un individuo, no es más que un rey de Francia, atolladero del que no saldrá jamás..."
Claro que hay excepciones que confirman la miseria de nuestra miseria, y Nick Drake fue uno de ellos. Como pequeñas ruinas parecidas a tesoros perdidos en nuestra memoria, sus melodías y letras nos consuelan del mundo.
Es fácil imaginar sus ojos de niño, el niño que fue, el niño que moría a los 26 años, mostrándonos el reflejo de un retrato perdido.
Feroz ternura inagotable...
"A los ocho años, Luis XIII hace un dibujo parecido al que hace el hijo de un caníbal de Nueva Caledonia. A los ocho años, tiene la edad de la humanidad, tiene por lo menos doscientos cincuenta mil años. Algunos años más tarde los ha perdido, no tiene más que treinta y uno, se ha vuelto un individuo, no es más que un rey de Francia, atolladero del que no saldrá jamás..."
Claro que hay excepciones que confirman la miseria de nuestra miseria, y Nick Drake fue uno de ellos. Como pequeñas ruinas parecidas a tesoros perdidos en nuestra memoria, sus melodías y letras nos consuelan del mundo.
Es fácil imaginar sus ojos de niño, el niño que fue, el niño que moría a los 26 años, mostrándonos el reflejo de un retrato perdido.
Feroz ternura inagotable...